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jueves, 27 de noviembre de 2008

RUMIANDO POR EL PAIS


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Andrés L. Mateo
Lo único en la República Dominicana que funciona como si fuera un sistema de relojería suizo, es La fundación global (FUNGLODE).
No estoy impaciente por codificar lo vago y lo impalpable, pero mientras en la República Dominicana falta de todo, en el país funglodiano la infatuación y el despilfarro se desbordan.
FUNGLODE es propiedad de la misma persona que dirige el país, Leonel Fernández; y constituye algo así como el territorio en el cual el Presidente despliega su sabiduría lírica, y nos moja del destino y del verbo, clavándonos en el brillo de sus atributos, tal cual si jugara al espíritu puro, indolente y alejado del otro país.
En el país funglodiano no falta nada; todo sobra, y la sal de la miseria, sin ningún eclipse de su conciencia, es un paisaje lejano.
Por el contrario, a los habitantes del país verdadero la pobreza les es consustancial.
El mismo presidente que dirige la república funglodiana como un sistema de relojería suizo, tiene en la República Dominicana la peor educación del continente americano, y una de las peores del mundo.
Ningún exceso interior es comparable a un día de martirio en un hospital dominicano, salvo la galería de horror que dibuja Dante en “El infierno”. Y no es por encapricharse, pero el resto es una parodia:
Se paga la energía eléctrica, pero hay que tener inversores o plantas para contar con electricidad.
Hay que pagar el agua, pero si no posee cisterna y bomba de empuje, jamás la verá. Las calles son una desgracia, y hay que andar como guinea tuerta.
No hay futuro, sino el de la Loto, o el azar desnudo de la delincuencia. El sistema de seguridad social se ha transformado en una estafa, y la crispación e impotencia aplacan todos nuestros ímpetus. Debes pagar colegios privados, porque ni siquiera los más altos funcionarios de la Secretaría de Educación mandan a sus hijos a la escuela pública.
Y, además, están los impuestos. Apenas el aire está libre de ellos, y por solidaridad con lo invisible, la corrupción esfuma una buena parte de lo recaudado. ¡Este no es un país, sino un calvario, una nada encarnada!
País es el otro, el funglodiano. Porque aunque en la nación real el presidente no ha resuelto ni uno solo de los problemas fundamentales, para arruinar la ironía es legítimo proclamar que en FUNGLODE todo está resuelto.
Y hay que empinarse con ese espíritu paradójicamente inspirado del presidente, cuando despliega su inteligencia lírica hablando en FUNGLODE, huyendo de todo lo que de insoportable hay en el país real, en el que todo irrita, y la gente no entiende a Gilles Deleuze, a George Canguilhem, a Jacques Derrida, a Michel Foucault, a Jürgen Habermas, a Gaston Bachelard, y a tantos otros sublimes pensadores…

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