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lunes, 1 de diciembre de 2008
LA CRISIS RESUCITA LA PUGNA SOBRE EL PAPEL DEL ESTADO EN EL MERCADO
La crisis resucita la pugna sobre el papel del Estado en el mercado
• Los keynesianos reclaman que la Administración gane protagonismo en las reglas de la economía
• Los liberales piden no salvar empresas, reformar los bancos centrales y eliminar la banca pública
PABLO ALLEN DE SALAZAR MADRID
El papel que debe jugar el Estado en el mercado fue la piedra filosofal del debate en la teoría y la política económicas durante décadas. La bonanza de los últimos años parecía haber saldado la confrontación con una única conclusión posible: cuanta menos intervención pública, más crecimiento económico. La crisis económica y financiera, sin embargo, ha hecho saltar por los aires este ficticio consenso y ha provocado el resurgir de la pugna de las ideas.La recesión se está afrontando con recetas keynesianas (política monetaria y estímulos fiscales), pero está por ver el papel del Estado cuando se supere la situación. "A medio plazo, a medida que nos olvidemos de los apuros, se irá volviendo a una economía de menos intervención, pero más regulada. Si no se regulasen los mercados alimentarios, nos venderían leche podrida, y así con todos los demás", vaticina Gabriel Tortella, catedrático emérito de la Universidad de Alcalá de Henares.Jordi Galí, catedrático de la Universitat Pompeu Fabra, resta importancia al resurgir del debate "poco atractivo" de las etiquetas ideológicas. "El origen está en una expresión de Sarkozy --la refundación del capitalismo-- absolutamente desafortunada", estima. Sí augura, en cambio, una nueva regulación financiera, con mayores garantías de solvencia y liquidez y nuevos instrumentos de supervisión para los bancos centrales. "En los periodos de expansión, los requisitos a las entidades se ajustarán para limitar el crédito, adaptándolo a la evolución del ciclo y de cada país", opina.MÁS ESTADOMuchos académicos apuestan por un mayor papel del sector público. "El keynesianismo defiende la intervención en tiempos de crisis, pero también cuando no la hay para evitar caer en ella", defiende Luis de Sebastián, profesor emérito de Esade. La recesión, a su juicio, va a cambiar la relación entre el Estado y el mercado y va a provocar la vuelta a lo que se dio en llamar "economía mixta" tras la segunda guerra mundial. "Hay muchos falsos intelectuales que, bajo el pretexto de unas ideas, están defendiendo intereses particulares", acusa.A otros economistas, como a Rafael Pampillón, director del área de economía del Instituto de Empresa, la crisis le ha hecho replantearse sus ideas. "Muchos que nos creíamos superpartidarios del mercado nos hemos dado cuenta que no lo arregla todo", reconoce Pampillón. El sistema capitalista, a su juicio, ha entrado al borde del colapso en la UVI y el Estado debe aplicarle un tratamiento de choque. "Y cuando se recupere tendrá que llevar una vida sana: mejor supervisión financiera", apostilla el profesor.DEFENSA DEL MERCADOPero la crisis no ha cambiado a los liberales más convencidos. "Debe haber más regulación, pero del sector público", afirma Pedro Schwartz, catedrático del CEU. Es necesario, defiende, regular a los bancos centrales para que no apliquen políticas monetarias inadecuadas como las que han desencadenado la actual recesión. También eliminar las entidades financieras públicas ("como Fannie Mae, Freddie Mac y las cajas de ahorro", cita) y aumentar el rigor del presupuesto de gasto público.Jesús Huerta de Soto, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos, también estima que la política monetaria "indujo a errores masivos a los empresarios y el mercado, tarde o temprano, los detecta y los pone de manifiesto". Las medidas públicas, a su juicio, amenazan con bloquear el necesario ajuste y prolongar la recesión.Para evitarlo, propone reformas radicales, como eliminar los bancos centrales, que las entidades solo puedan prestar lo que tengan (coeficiente de caja cero), y privatizar el dinero público y volver al antiguo patrón oro. "Con estas medidas acabaríamos con los ciclos: vivimos en una economía maníaco-depresiva, o estamos eufóricos o deprimidos", resume Huerta.
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