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sábado, 24 de enero de 2009

NUESTRA HISTORIA, GLORIA Y COMPROMISO


Nuestra historia, gloria y compromiso

Por Yvelisse Prats-Ramirez de Pérez

A don Ángel Miolán “Y arrebatada, luego, ávida el alma recorrió tu historia; y en el arranque de entusiasmo, ciego, espléndida tu gloria gozosa imaginó la fantasía que de uno a otro polo se extendía”.

El Partido Revolucionario Dominicano cumple en este mes de enero setenta años de su fundación en la Habana, y mi corazón esponjado de amor y de orgullo asume en esta estrofa de Salomé Ureña el sentimiento que me inspira la hazañosa vida del PRD, que anda de la mano con la existencia misma de nuestra democracia.

Fueron pocos los que se convocaron en la finca de El Cano, ese veintiuno de enero de 1939, para definir el proyecto político que concretaría en la práctica los postulados del documento fundacional escrito por Enrique Cotubanamá Henríquez, tan avanzado para su época que aún nos quedan por cumplir compromisos vigentes y válidos en pleno siglo XXI.

La reunión, en verdad, era culminación de tantas otras, de muchos encuentros, disensos y concertaciones críticas; de los viajes premiosos a otras diásporas del exilio, agrupando, reuniendo, atando voluntades que se irguieron, indomables, exigiendo libertad y democracia, exorcizando el demonio de la tiranía trujillista.

Esa voluntad solemne de lucha y de sacrificio dio su mejor acorde a principios del año 1939, porque en esa fecha se aprobaron los principios del Partido, que constituyen la auténtica acta que nos legitima como organización política. Después, en los años feroces que transcurrieron hasta la ejecución de Trujillo, el PRD fue creciendo, al compás de los afanes organizativos de sus fundadores; de uno, don Juan, conmemoramos justamente su centenario este año, otro, don Ángel Miolán, está vivo entre nosotros gracias a Dios, para recibir honores y bendiciones merecidas.

El PRD entregó vidas y muertes mientras iba creciendo como marea, creando seccionales en Aruba, en Caracas, en Puerto Rico; y en la medida en que se sumaban muchos miembros iba también ampliando su horizonte doctrinario y político.

Ya no luchábamos solo por liberar a la patria oprimida, sino también para hacer realidad los ideales de Bolívar, de Martí, de Hostos, de Betances, abrazando en un solo corazón sufriente y decidido a todo el continente, llevando brazos fuertes y valerosos y dejando sangre altiva y buena en las luchas libertarias de Guatemala y Costa Rica.

La saga estupenda del PRD en estos setenta años de su existencia política anda aún, algo dispersa y un poco olvidada aunque rescatada en parte por Fulgencio Espinal, por Toni Raful, por Almanzor González Canahuate; quedan todavía papeles magníficos, inéditos, que el celo amoroso de don Ángel preservó para nosotros, y que la generosidad de su hija Nina nos proporciona como maná gratificante, admonitorio a la vez, para que los perredeístas alimenten su orgullo y se energicen con los altos y nobles propósitos que presidieron la fundación del partido.

He llorado, y reído al tener en mis manos un tesoro de páginas amarillentas que aún palpitan en el amor encandilado por el pueblo, en la decisión inquebrantable de construir una sociedad, no solo libre y democrática en lo político, sino plena de realizaciones equitativas y justas en lo social y en lo económico.

Me he sentido feliz, y a la vez un poco indigna de recibir esta historia que nos enaltece, pero sobre todo nos obliga.

José Francisco Peña Gómez la recibió conscientemente, la hizo suya, la interpretó lúcidamente al darle continuidad al signo de izquierda democrática que presidió la fundación del PRD, con nuestra inserción en la Internacional Socialista, para abrazar como doctrina el Socialismo Democrático: el círculo virtuoso lo trazó con energía nuestro líder.

Mereció Peña Gómez, si esa historia, la enriqueció con la suya, pero su muerte fue un hiato que rompió la sistematicidad y la coherencia de nuestra andadura. Ahora, en este cumpleaños cuya celebración ha transcurrido un poco accidentada, en medio de las turbulencias grupales que han sido siempre presencia de Satanás en el PRD, tenemos la oportunidad de recuperar nuestro histórico rumbo.

Enseñemos por encima de todo a nuestros jóvenes que tenemos que ser un partido diferente, porque diferente a los mediocres y a los malos nacimos. Que conozcan nuestra historia inconclusa, a veces turbada pero bella, y que sepan que la historia no está hecha, que la estamos haciendo, y que la mejor forma de reencontrarnos con el buen principio de esta es abandonar los caminos confundidos, y asumir en la práctica firme los ideales de nuestros fundadores. Y los de Peña Gómez, que están más cerca y representan lo mismo.

Como en estos días de aniversario, he recorrido “con el alma arrebatada y ávida nuestra historia”, en un “arranque de entusiasmo gozosa imagino la fantasía” de que recuperaremos, de ahora en adelante, al Partido Revolucionario Dominicano que yo redescubro extasiada en los papeles redentores guardados celosamente bajo la sombra del viejo roble venerable.

Por aquello, y por esto, y por todo, en nombre del partido y del pueblo dominicano, gracias, don Ángel. A usted y a los que lo acompañaron en la epopeya, les prometemos la continuación de la historia, como merece y reclama la suya.

TOMADO DE EL LISTIN DIARIO

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