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domingo, 18 de enero de 2009

YO TENGO UN SUEÑO


NUEVA YORK Domingo.

Ted Kheel está ya mayor (94 años) y muy enfermo. Para andar se apoya en un caminador. Cuando le preguntan cómo se encuentra, sonríe y responde: «Still around» (todavía por aquí), esperando a ver con sus propios ojos cómo Barack Obama entra en la Casa Blanca y le hace a él el hombre más feliz del mundo y uno de los más orgullosos.

Kheel participó en el proyecto de la African American Students Foundation que en los años 60 becó a más de 300 jóvenes africanos para estudiar en universidades norteamericanas. Uno de ellos era Barack Hussein Obama, de Kenia, padre del futuro presidente.

«Hasta ahora todos los presidentes eran blancos y protestantes... menos Kennedy, que era católico», subraya Kheel, colaborador y amigo personal de Martin Luther King Jr. También conoció a John Fitzgerald Kennedy -Kheel estaba presente cuando Marilyn Monroe le cantó su célebre y picante «Happy Birthday, mister president»-, y estuvo en tratos con él precisamente en el marco de la operación que trajo al padre de Obama a América.

Kheel era entonces un prestigioso abogado de Nueva York, un mediador profesional de alto nivel. Era, y es, también muy terco con sus ideas, sobre todo las que tiene claras. Cuarenta años después todavía se sulfura recordando que la única vez en su vida que le dieron una mesa de mala muerte en el Club 21 de Nueva York, del que era cliente habitual, fue la noche que se le ocurrió ir a cenar allí acompañado de su amigo Jackie Robinson, el primer jugador negro en las grandes ligas del béisbol americano.

«Miedo a lo distinto»

«El racismo no es otra cosa que miedo a lo distinto» ha pensado siempre Kheel, quien aplicó a la solución de este problema los mismos métodos de resolución de conflictos que le dieron éxito como abogado. Existe en Estados Unidos gente así: pragmática utópica, gente de bien que arregla el mundo.De los sueños de Martin Lugher King y John F. Kennedy se han nutrido los de barack Obama: su padre llegó a Estados Unidos de la mano de Ted Kheel, amigo personal del asesinado líder negroKheel entró en contacto con Tom Mboya, luchador por la independencia de Kenia -colonia británica- y fundador de la African American Students Foundation. Su objetivo era formar a la futura élite nacional.

Y así, en 1959, un grupo de 81 estudiantes -entre ellos un tal Barack Obama- desembarcaron equipados con becas en universidades de EE.UU.

Kheel se sumó al proyecto en 1960, cuando el éxito del primer año había multiplicado por tres los estudiantes y los costes; costaba 100.000 dólares tan sólo el transporte de los becarios de un continente a otro. La Administración Nixon había denegado sistemáticamente todas las ayudas solicitadas por la African American Students Foundation. Hasta que se enteraron de que los 100.000 dólares los iba a poner la fundación de la familia de «ese senador jovenzuelo» al que los demócratas acababan de nominar candidato a la presidencia, John Kennedy.

La Casa Blanca y los Kennedy acabaron peleando por ver quién no pagaba finalmente el puente aéreo afroamericano, y es que ni en sus más locos sueños ninguno de ellos tenía ni idea de la cola que acabaría trayendo el proyecto.

En un épico informe redactado para la Fundación Kennedy, Kheel se emociona con el «hambre de aprender» que encuentra hasta en el más humilde poblado africano. «Tengo fotos de mujeres ancianas analfabetas y de niños muy pequeños ofreciendo hasta su última moneda para que sus hijos y hermanos puedan ir a los Estados Unidos a estudiar», escribe.

Un largo camino

Muy bonito. Pero por aquel entonces los estudiantes negros nacidos en Estados Unidos tenían a veces más problemas que los que Kheel se traía de África. En varias universidades se mantenía la segregación racial. ¿No se quejó nadie, no dijo nadie aquello de que primero derechos civiles para los de casa, y luego ya pensaremos en los de afuera? Connie Kheel, hija de Ted, se ríe y admite la ironía de que el fruto más asombroso de aquella aventura quijotesca haya revertido no en África, como se pretendía, sino en la propia América.

Cuando los padres de Obama se casaron en Hawai, su matrimonio interracial no habría sido posible con las leyes del estado de Virginia. Ni siquiera en Kenia estaba muy bien visto. El abuelo africano de Obama escribió a su abuelo de Kansas una furiosa carta en la que decía que su hijo no podía «contaminar» su sangre con la de una mujer blanca...
Pero sí, podía

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