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jueves, 25 de junio de 2009

YO QUISIERA CREERLE



Por HAMLET HERMANN*
*El autor es ingeniero, escritor, profesor universitario y ex guerrillero.

Yo quisiera creer que cuando el presidente de la República inauguró una sala memorial en honor a la gesta de junio de 1959 lo hizo con sinceridad y con sentido democrático. No obstante, me da brega entenderlo porque lo hace en una estación de su tren subterráneo que llama Metro. Más bien pienso que utiliza esa gesta heroica y patriótica para tratar de legitimar la cuestionada obra en la que se malgastaron más de mil millones de dólares y su utilidad ha resultado frustrante.
También me hace dudar de su sinceridad ante la gesta del 14 de junio de 1959 el hecho de que sea capaz de gastar una millonada, administrada por sus dispendiosos favoritos, mientras nunca socorrió en su largo padecer a Medardo Germán, el más humilde de los sobrevivientes de aquel episodio, quien, como escribió la notable periodista Ángela Peña, murió en completo olvido y absoluta indigencia.

De haber sido sincero en relación con “la raza inmortal”, la Presidencia de la República no habría suspendido los actos que tenía programados para el domingo 14 de junio en Constanza, bajo la trivial excusa de los torrenciales aguaceros de esos días. Otros ciudadanos, verdaderamente interesados en que el cincuentenario no pasara por debajo de la mesa, se mojaron con la bendita agua de lluvia y viajaron por tierra sin esperar por los helicópteros del Palacio Nacional.

Yo quisiera ser tan ingenuo como para creerle a Leonel cuando dice que las nuevas generaciones debían tener como referencia la honestidad demostrada por Juan Bosch a lo largo de su extensa vida. Mi escepticismo ante sus palabras viene dado porque nadie mejor que el actual Presidente de la República conoce la enorme velocidad con que, desde su gobierno, se han enriquecido muchos de los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana. Él sabe de los compañeritos que, en casa de don Juan, “hacían servicio” preparando café y haciendo mandados y ahora son potentados multimillonarios que no se molestan en esconder tanto dinero mal habido.

Los conoce desde que vivían arrimados y en las “parte atrás” de barrios periféricos de la capital mientras trataban de estudiar en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. El primer mandatario de la Constitución recuerda bien que en los tiempos que esos peledeístas verdaderamente imitaban la honestidad de Juan Bosch, eran peatones obligados a picotear entre los compañeros de los “organismos especiales” para el pasaje y lo del Comedor Económico de la UASD. Y si como Presidente de la República ha estado siempre en conocimiento de ese veloz e ilegal enriquecimiento bajo su mandato presidencial, no es verdad que puede hacer un llamado sincero a imitar la honestidad del olvidado líder del Partido de la Liberación Dominicana.

¿Cómo puedo confiar en el Presidente cuando señala que ha tenido que enfrentar la crisis más severa en todo su ejercicio cuando antes nos había dicho que la economía nacional estaba blindada, que nuestro país ayudaría con el financiamiento a los países más desarrollados, que lo peor de la crisis había pasado y no sé cuantas otras “plumas de burro” a sabiendas de que no hablaba la verdad. ¿Por qué tenemos que creerle lo que ahora dice? ¿Cuándo decidió hacer uso la verdad? Qué provocó el cambio? Y si ya hemos superado la crisis ¿por qué aumenta la tarifa eléctrica y endeuda al país en vez de disminuir los gastos de su gobierno clientelista? ¿Por qué no nos sorprende un día y proclama que priorizará las inversiones en educación y en salud en vez de estar inventando, con otro “data show” una seudo ciudad deportiva que lo único que conseguirá es enriquecer más a los ya millonarios funcionarios?

Me jacto de conocer muy bien al presidente Leonel Fernández y puedo garantizar que no tiene un pelo de bruto. Lo que hace, en mal o en bien, es a conciencia para favorecer su proyecto de perpetuación en el control político del país. Pero lo que más ofende es que mienta una y otra vez porque no somos capaces de reaccionar tal como la falacia merece. Pierde de vista que los tránsfugas no son mayoría y que tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe.

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