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jueves, 16 de junio de 2011

MI REENCUENTRO CON LOS DOMINICANOS DE LA DIASPORA

Fuente: EL CARIBE

Por Hipolito Mejia

La comunidad dominicana en el exterior representa una enorme contribución a la economía de nuestro país. Quise verlos cara a cara, de frente, para oír personalmente sus inquietudes, expresarles mi entendimiento y mi compromiso para con ellos.
Hace algunos años, cuando trabajaba para una empresa norteamericana, e igualmente, cuando en mi condición de secretario de Estado de Agricultura presidía la Sociedad Caribeña de Cultivos Alimenticios, me tocó el privilegio de visitar casi todas las islas del Caribe.

Fue así que al asumir la Presidencia de la República Dominicana en el año 2000, tenía pleno conocimiento de la importancia que, sin lugar a dudas, representan nuestros vecinos insulares en cuanto a las relaciones políticas, culturales y sobre todo a las oportunidades que el intercambio comercial con estos territorios ofrece a los productores nacionales, especialmente al sector agropecuario.

En esta ocasión, al aspirar a la primera magistratura en las elecciones del próximo año, he asumido la responsabilidad de impulsar desde mi plataforma de gobierno una vigorosa estrategia de integración hacia nuestros vecinos del Caribe, fortaleciendo las relaciones políticas y abriendo un nuevo abanico de oportunidades a nuestros exportadores e inversionistas.

Junto con esta extraordinaria prospectiva existe la presencia de nuestra diáspora en cada una de esas islas. El Dr. José Francisco Peña Gómez, ese excepcional visionario, nos dio las pautas para crear el lazo umbilical con los dominicanos de ultramar, como él los llamó, a los fines de mantenerlos unidos a la patria que los vio nacer y que de alguna manera se les retribuya el sacrificio que realizan por el mejoramiento de ellos mismos y de sus familiares en nuestro país, a través de sus remesas.

En mi pasada gestión de gobierno dimos pasos precisos en ese sentido, especialmente a través de la creación de la Secretaría de Estado de Ultramar. En esta oportunidad estamos decididos a llegar a todos y cada uno de los lugares donde exista una comunidad de dominicanos, para lo que hemos comenzado ya un proceso de acercamiento con las autoridades de esos países y con el liderazgo de la comunidad dominicana en cada uno de ellos.

Este periplo, que habremos de culminar antes del 16 de agosto del próximo año, fue iniciado con nuestro viaje a Panamá, el pasado mes de mayo, seguido de la visita a las Antillas Francesas y Santa Lucía, y recientemente, a Puerto Rico y San Martín.

En cada uno de los países visitados nos hemos reunido con el liderazgo político nacional, con la dirigencia empresarial y con los dominicanos residentes en esos lugares.

En Panamá tuvimos la ocasión de conversar con el presidente Ricardo Martinelli, quien nos recibió en su despacho del Palacio de Las Garzas, pero igualmente lo hicimos con los ex presidentes Ernesto Pérez Valladares y Martín Torrijos, con el ex alcalde de la capital, Juan Carlos Navarro y otros dirigentes de ese país hermano.

Oímos las inquietudes de los líderes de la comunidad dominicana, que ya alcanza unas 15,000 personas, con más de 4,800 inscritos en el padrón electoral, y dedicamos tiempo para discutir con empresarios panameños posibles medidas para el mejoramiento de las relaciones comerciales con República Dominicana, en el marco de una visita que realizamos a la zona franca de Colón.

El 25 de mayo salí con destino a Guadalupe y Santa Lucía, pasando por Martinica. Este viaje tenía como motivo de especial significación nuestra participación en la celebración del día más importante para los habitantes de las Antillas Francesas: la conmemoración de la abolición de la esclavitud, hecho ocurrido el 27 de mayo de 1848.

Para la ocasión nos dirigimos al fuerte Delgres, imponente establecimiento militar construido hacia 1640, situado en la llamada Basse Terre, en Guadalupe, lugar donde se llevaron a cabo los actos conmemorativos con la presencia de la alta dirigencia de la isla.

Como dirigente político de un país caribeño concedemos capital importancia a este significativo acontecimiento, y en ese sentido entendimos que nuestra presencia en aquel lugar histórico refrendaba la lucha librada por todos nuestros antepasados contra la esclavitud, que marcó de manera muy especial el Caribe, y que en Guadalupe, Martinica y Guyana fue felizmente superado a partir de 1848.

Intercambiamos ideas con los alcaldes de Lamentin, José Toribio, donde además participamos en una mesa redonda sobre El Caribe.

Igualmente nos reunimos con Amelius Hernández, Director del sistema de Acueductos, con los alcaldes de Gosier y Pointe-a-Pitre, señores Jean-Pierre Dupont y el Dr. Jacques Bangou, este último hijo de ese prohombre y luchador por la libertad de los pueblos del Caribe, Dr. Henri Bangou, ex senador y alcalde de la capital de Guadalupe, escritor de numerosas obras sobre la historia del Caribe, con quien analizamos la prospectiva de las relaciones caribeñas, los alcances de la integración y los retos comunes que nos enfrentan de cara a la globalización.

Guadalupe acoge una población de más de 5,000 dominicanos, así como numerosos guadalupeños cuyos ancestros nacieron en nuestra patria y que mantienen un fuerte lazo afectivo con la República Dominicana.

Dada su cercanía quise estar presente también en Santa Lucía, Estado independiente asociado a la mancomunidad británica. Esta pequeña isla es un gigante en cuanto al turismo de cruceros, y deseaba compartir con sus autoridades esa experiencia y así lo hicimos.

Con sus 616 km2 y menos de 200,000 habitantes, su pueblo ha parido dos premios Nobel: Arthur Lewis, en economía; y Derek Walcott, en literatura.

La comunidad dominicana en Castries, su capital, no es numerosa; sin embargo, allí encontramos trabajadores, médicos y comerciantes en diversas ramas, entre ellos la propietaria de la mayor tienda de confecciones y tejidos de la isla.

Nuestro viaje más reciente, del 8 al 10 de junio, nos llevó a Puerto Rico y la isla de San Martín, compartida, esta última, por Francia y por una comunidad autónoma asociada al Reino de Holanda.

José Francisco Peña Gómez nos enseñó la importancia de un gobierno descentralizado y municipalista, con énfasis en el desarrollo humano. Es por ello que quise reunirme con algunos alcaldes de Puerto Rico que han hecho historia en sus comunidades: los alcaldes de El Dorado, Carlos A. López Rivera, quien ejerce el cargo desde 1987, y de Guaynabo, Héctor O’Neill García, incumbente desde 1993.

La vasta experiencia de estos dos munícipes nos abre nuevos y promisorios horizontes, al tiempo que nos demuestra la razón con que obramos cuando establecimos el 10% del presupuesto nacional para los ayuntamientos y lo que ello significa en términos de desarrollo participativo y autogestionario.

De igual manera conversamos con los ex gobernadores Rafael Hernández Colón y Sila María Calderón, así como con otros dirigentes políticos de la isla. A todos les expresé mi agradecimiento por la hospitalidad y tacto con que han manejado la inmigración criolla a Puerto Rico.

La comunidad dominicana en Puerto Rico, con unas 350,000 personas, representa una enorme contribución a la economía de nuestro país. Quise verlos cara a cara, de frente, para oír personalmente sus inquietudes, expresarles mi entendimiento y mi compromiso para con ellos; mi reconocimiento a su sacrificio; decirles cuánto los valoramos y cómo desearíamos que se hagan representar en un próximo gobierno nuestro. A ellos quiero por este medio reiterarles mi apoyo y mi solidaridad.

Por último, realicé una corta visita a la isla de San Martín. Allí fui objeto de un cálido recibimiento por las autoridades de ambas partes de la isla.

Con Theo Heyliger, vice primer ministro en funciones de la parte holandesa y Frantz Gumbs, Presidente del Consejo Territorial de la parte francesa, sostuvimos fructíferas reuniones, lo que nos permitirá establecer vías fluidas de acercamiento en un próximo gobierno nuestro.

Más de quince mil dominicanos que allí habitan se han convertido en una fuerza determinante en esa isla, que comparte con la nuestra la similitud de estar dividida por dos pueblos de lenguas diferentes.

Constatamos con sorpresa cómo muchos dominicanos, hijos y nietos de sanmartinenses que alguna vez vinieron a trabajar a los ingenios dominicanos, hoy retornan a la tierra de sus ancestros donde son recibidos con la hospitalidad que caracteriza a los habitantes de ese pueblo.

Con 87 km2 y unos 80,000 habitantes, su pluralidad racial no es obstáculo para la convivencia y el entendimiento entre todos, y nuestros dominicanos son allí ejemplo de laboriosidad, disciplina y civismo, a pesar de la nostalgia del terruño, que nunca se olvida.

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