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domingo, 13 de noviembre de 2011

VIDA Y MUERTE DE UN EXCENTRICO DICTADOR

Abel Samir (especial para ARGENPRESS.info)
El ajusticiamiento de Muammar al-Gadafi y de su hijo Mutassim no sólo es un crimen de lesa humanidad, también es un profundo error político del CNT y de los rebeldes que los apresaron. Como principio elemental de la humanidad, que todos deberíamos sustentar, está el respeto a la vida de todos los prisioneros, se trate de prisioneros tomados en el campo de combate, ya sea que se hayan rendido antes o después de las acciones guerreras.

También, y con mayor razón, debe respetarse la vida de los que por razones po-líticas o de otra clase, han sido encarcelados, cosa que al-Gadafi no respetó en ningún período de su régimen. Baste recordar la masa-cre de los 1.300 prisioneros políticos islamistas ocurrida en la cárcel Abu Salim de Trípoli, en el año 1996. Para aquellos que dudan de la veracidad de esta noticia deben leer el comunicado de prensa que entregó la fundación Saif al-Islam (hijo de Gadafi) el 10 de agosto de 2009, en que estableció que la cifra de ejecutados en Abu Salim fue menor, solamente 1167 prisioneros.
Si rompemos con el sano principio del respeto a la vida de los prisioneros, la humanidad retrocede a formas de vida equivalentes a las de los cavernarios.

Se puede comprender que el ajusticiamiento o asesinato de estos jefes fue un tanto incontrolable, toda vez que los rebeldes ardían de odio, un odio intenso que se había ido acumulando por décadas y que, de alguna forma y en algún momento, tenía que explotar. Claro está que, de todas maneras, no se puede aceptar estos hechos. Llama la atención de muchos que durante los crímenes ocurridos en Libia, cuando al-Gadafi empezó a colaborar con el gobierno norteamericano y la CIA, el gobierno de USA no se pronunció en ningún momento condenando estos crímenes. Allí había unas inmensas anteojeras, anteojeras geopolíticas que superaban con creces a las razones humanitarias. Existe también la versión de que el coronel al-Gadafi hubiese sido herido por los aviones de la OTAN (un Mirage 2000 y un Predator) cuando su columna de vehículos intentaba escapar del asedio de los rebeldes en Sirte. Pero esta versión, aunque tiene cierta base, no se corresponde con las imágenes mostradas por los videos filmados con los teléfonos celulares de los mismos rebeldes. El asesinato de los Gadafi en todo caso parece que no es por orden del CNT, sino una acción impulsiva de los shabab

Aparte de estos crímenes, los rebeldes se han estado desquitando y vengándose de las atrocidades cometidas por el régimen de al-Gadafi ejecutando a muchos prisioneros, tanto en Trípoli como en Sirte. Hacen lo mismo que hizo al-Gadafi con los rebeldes que tomó prisioneros en Trípoli y también con opositores tomados prisioneros en Misrata y Sirte. Todos estos lamentables hechos oscurecen esta lucha de los libios por una vida mejor: en libertad, justicia social y democracia. No se puede hablar de libertad si no se respeta los derechos humanos, porque no se puede vivir una vida digna sin libertad y sin respeto a los individuos, así sean criminales. Éstos deben pagar por sus crímenes con la cárcel y no con cárceles lujosas, como los militares chilenos que han sido condenados por asesinatos y torturas ocurridas a partir del golpe de Estado y en el período nefasto de la criminal dictadura de Pinochet. Tampoco con ciertas cárceles que mantenía al-Gadafi, que eran verdaderas mazmorras en donde los prisioneros no veían jamás la luz del día y en algunas de ellas, los prisioneros vivían bajo tierra, con celdas inundadas de agua casi hasta las rodillas, lo que les impedía sentarse o dormir recostados. Había muchas otras por ahora desconocidas, como lo cuenta el rebelde Giuma Buklev: “Hay dos tipos de cárceles en Libia, las que el mundo conoce y las que son secretas. Muchas de las prisiones más importantes han sido liberadas, pero hay cientos de cárceles secretas en todo el país. En estos lugares no había derecho alguno”.

Estos asesinatos ― de los Gadafi― constituyen errores políticos de gruesa envergadura, que tarde o temprano han de pesar negativa-mente en la balanza de la historia de la rebelión, cuando este gobierno o el que surja, intente lograr la simpatía y el apoyo de aquellos que por muchas razones estuvimos a su lado en esta guerra civil, y que lo hicimos, precisamente, en defensa de los derechos humanos, toda vez que estas víctimas de hoy, fueron terribles criminales en los últimos 30 años. Algunos individuos terriblemente dogmáticos hacían y hacen todavía vista gorda de los crímenes de al-Gadafi y sólo se pronuncian de las cosas positivas de ese régimen y lo negativo ―que también es bastante― prefieren dejarlo enterrado en el cerro de la basura ideológica y social. Además, muchos de ellos acusan a la gente de izquierda que no estuvo con al-Gadafi, de ser pequeños-burgueses, y ellos, que apoyaron a este régimen criminal, y con ello se hicieron cómplices de todos estos crímenes, serían los proletarios. Vaya, vaya, ¡que clase de proletarios son esos dirán muchos! Pero, la juventud del mundo en general, ya no toma en cuenta estos conceptos equivocados y a la hora de elegir gobernantes o mandatarios, no apoyan ni apoyarán esta “izquierda” dogmática, corta de vista y en decadencia, como ya ha estado ocurriendo no sólo en Europa, sino también, en Latinoamérica y en menor medida en el resto del Orbe.

En la vida del coronel Muammar al-Gadafi ―que se ascendió a sí mismo de capitán a coronel, saltándose dos grados― hay muchos altos y bajos. Fue un individuo que tuvo muchas facetas. Si hubiese que definirlo en forma resumida, diría que fue un excéntrico, un carismático, un cínico y un ególatra; un individuo con un enorme deseo de ser considerado un gran hombre, un iluminado, de allí su marcado culto a la personalidad. Lo más posible es que sufría de cierto complejo de inferioridad, toda vez que no era un hombre muy instruido al momento de hacerse del poder mediante un golpe de Estado y despreciaba a aquellos individuos preparados. Se puede entender esto si se lee su obra “El Libro Verde” en donde hace hincapié en que no se debe obligar a los niños a asistir a la escuela. Cosa muy extraña y difícil de entender, pero así está escrito allí.

Para aquellos individuos de nuestra izquierda que durante casi toda una vida han participado en un partido político, llámese partido comunista, partido socialista, movimiento trotskista o maoísta, o los conocidos Ejércitos de Liberación Nacional latinoamericanos con gran influencia del Che, no habrían podido hacerlo en la Libia de al-Gadafi, toda vez cualquier clase de partido político estaban totalmente prohibidos y a aquellos que los trataron de impulsar terminaron, si no exiliados, en la cárcel o asesinados. El mismo al-Gadafi acostumbraba decir: “la ejecución es el destino de cualquier persona que forma un partido político”. Eso lo puede leer cualquiera que tenga frente a si el discurso que dio el 9 de noviembre de 1974, en Trípoli. Ya en 1970 al-Gadafi reprimía con mucha violencia a los que se le oponían, así fuesen sólo manifestantes pacíficos. Entre los reprimidos había abogados, estudiantes, académicos, periodistas y dirigentes religiosos, también comunistas y trotskistas. Una gran parte de ellos fueron encarcelados, y otros simplemente desaparecieron. Cuando sus familiares indagaban por ellos, los carceleros de al-Gadafi respondían burlonamente que se habían ido al desierto (que lo es casi todo el país) a esconderse bajo las arenas. Según Amnistía Internacional, que envió delegados a Libia en 1988, el régimen de al-Gadafi realizó arrestos masivos y detenciones arbitrarias, “desapariciones”, tortura y a muchos se les aplicó la pena de muerte. Cuesta entender a los llamados progresistas que hoy defienden a este sátrapa porque les entregó la posibilidad a las mujeres de estudiar en la universidad y de ejercer profesiones, cuestión que no existe en la mayoría de los países islámicos. También otras medidas de carácter progresistas. Pero, como lo he dicho antes, una verdad a medias es algo parecido a una falsedad. No se puede ni se debe ocultar aquellos aspectos desagradables y negativos de la dictadura de al-Gadafi.

En un tiempo al-Gadafi fue muy progresista y a veces todo lo contrario. En su vida hubo un período que podríamos llamar panarabista, ya que estaba muy influenciado ―como lo ha estado una gran parte del pueblo árabe, aunque no sus líderes― por el líder egipcio Gammal Abdel Nasser, que tampoco fue capaz de levantar un sistema socialmente más justo, pero que, al menos, apoyó decididamente al pueblo palestino y comprendiendo que todo el problema de Palestina estaba en la debilidad del pueblo árabe para enfrentar a un Israel, apoyado por las grandes potencias, buscó la unidad de los árabes, idea ésta que en cierta forma hipnotizó al coronel al-Gadafi. Al igual que Nasser, al-Gadafi usó un lenguaje socialista o cercano al socialismo y aunque tomó algunas medidas singulares y progresistas, Libia siguió inserto en el sistema capitalista, sobre todo estos últimos quince años. Muchas medidas de carácter social que tomó al-Gadafi, como medicina y educación gratuitas podrían haber sido más profundas que lo que demuestra la realidad que señala las estadísticas: un 30% de cesantía y un 51% de analfabetismo y, en medicina, no estaba a la altura de sus enormes recursos, lo que lo demuestra la enorme cantidad de libios que viajaban a Túnez o a Egipto en busca de asistencia médica.

A pesar de que Libia contaba con un enorme superávit de dinero por la venta del petróleo, no fue capaz de invertir ese tremendo capital en desarrollar al país y convertirlo en un país moderno y floreciente. Por ejemplo: haber dedicado una parte importante de ese capital en transformar una parte del desierto en áreas fértiles o bosques. En cambio, se dedicó a invertir ese dinero en empresas capitalistas y en bancos en Europa, Asia, USA y en el Caribe de carácter privado que sólo él controlaba, transformándose a sí mismo y a su familia, en potentados multimillonarios con enormes fortunas dispersas por el mundo y que, ahora una vez depuesto el régimen, le permitirá a los Gadafi vivir en el exilio en la mayor holgura, como cualquier monarquía destronada. Mucho de ese dinero, unos 100.000 millones de dólares están depositados en diversos bancos del mundo, que en parte fueron congelados, pero no todo, ya que muchos bancos se han reservado el derecho de no declarar las cuentas que en ellos tenía al-Gadafi, para así asegurarle a sus clientes que sus fortunas están seguras en ellos. Además se dedicó a la compra de armamentos modernos. Sólo en Inglaterra al-Gadafi compró casas, edificios y otros mobiliarios por un valor de 1.160 millones de euros, como lo reveló el periódico inglés Sunday Times. Allí se dice que: “El ex líder libio compró pisos en zonas residenciales exclusivas de la capital británica, así como varios edificios de oficinas y otro utilizado por un hospital privado, afirma el dominical. Estas propiedades forman parte de la red de inversión global ideada por Gadafi, quien murió el pasado 20 de octubre a manos de los rebeldes libios en la ciudad libia de Sirte”. Es muy probable que muchos individuos que simpatizaron con al-Gadafi quieran desconocer estas noticias y dirán que son un sartal de mentiras, pero allí están esas propiedades y a nombre de quién están, cuestión que cualquier individuo lo puede comprobar en las instituciones que registran los viene raíces.

Pasó también por un período islamista y otro período panafricano en que ayudó a algunos Estados de ese continente que estaban muy necesitados de ayuda económica. En esos primeros años de su dictadura (aunque se diga equivocadamente que allí había un poder de las masas) Gadafi intentó crear una filosofía política que fuese progresista y que en la forma y no en el contenido renegase del capitalismo y para eso renegoció con las empresas extranjeras nuevos acuerdos y como resultado de ello, Libia pasó a obtener más del 50% de las utilidades del petróleo. De esa forma Libia fue el primer país que renegoció sus contratos, idea que sirvió a otros países árabes para lograr contratos parecidos y enriquecerse. Su filosofía la condensó en un texto que pasó a llamarse “El Libro Verde”. Fue escrito entre los años 1976 y 1979. El periodista Isham Arab dice que esta obra está llena de incoherencias y que la visión del mundo que le dio al-Gadafi es bastante confusa. Algunas frases del libro son bastante ridículas y superficiales, por decirlo así. Por ejemplo esta: “Las mujeres son femeninas y los hombres masculinos. Según los ginecólogos, las mujeres menstrúan cada mes o así, mientras que los hombres, siendo machos, no menstrúan ni sufren durante el período”. Este libro se enseñaba en todos los colegios y se adoctrinaba a los niños desde pequeños. Desde luego que, los partidarios de al-Gadafi consideran este libro como una maravilla, en tanto que sus adversarios, sobre todo los que han tomado contacto con otros países más adelantados, consideran esta obra como muy superficial y un sartal de tonterías. Aunque hay párrafos interesantes que, lamentablemente, eran sólo letra muerta.

Lo que muchos deben aceptar es que cuando un sistema es dictatorial y permanece durante décadas sin señales de querer evolucionar hacia un sistema libre y democrático, la sociedad no tiene otro medio de expresar y de corregir esto que empleando la violencia, es decir, la revolución contra el sistema de Gobierno. Y eso es lo que sucedió en Libia. Los shabab (rebeldes) no eran sólo unos jovenzuelos que buscaban la aventura, o drogadictos como insinuaba al-Gadafi, sino toda una legión en la que había toda clase de gente: desde abogados, profesionales, técnicos, pequeños comerciantes, estudiantes, trabajadores manuales, pescadores y hasta cesantes. Además, se les agregaron varios miles de soldados del ejército que habían desertado. Ellos son los que se organizaron en más de 200 brigadas, algunas muy pequeñas de sólo unas decenas de individuos y otras de varios miles. Las armas escaseaban y se apropiaron de arsenales que había en varios lugares del desierto, armas anticuadas provenientes de la URSS que habían sido adquiridas en la década del 80 del siglo pasado. Después Francia les entregó algunos cientos de armas livianas y munición a los que luchaban en las montañas occidentales, pero la gran mayoría iba a la guerra muy mal armada; algunos sólo contaban con un cuchillo. En cambio, las armas modernas que compró Libia estos últimos años en Europa fueron para dotar a las unidades especiales del régimen que mandaban los hijos del dictador: Mutassim y Khamis.

Pero como en toda revolución, en Libia esta fue obra de aquellos que habían tomado consciencia de la necesidad de terminar con la dictadura y por eso tampoco fue obra del conjunto de la sociedad. Fueron los que tuvieron la audacia de interpretar la voluntad de la mayoría de la sociedad, que no estaba con al-Gadafi y que, por esa razón, obligó a éste, a contratar mercenarios para cubrir las bajas producidas por la deserción el primer mes de la guerra civil.

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