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martes, 4 de noviembre de 2008

EL ALZHEIMER IDEOLOGICO EN EL PRD

El Alzheimer ideológico en el PRD

POR TONY RAFUL*



Debió ser a mediados del año 1997 cuando José Francisco Peña Gómez, herido de muerte por una enfermedad devastadora, me llamó para que acudiera a verlo al residencial médico donde estaba en esos momentos en la ciudad de Miami, Florida. El motivo de su llamada era la necesidad que tenía de hablar conmigo algunos asuntos de sumo interés.

Conversamos alrededor de cinco horas continuas apenas interrumpidas por Doña Peggy Cabral de Peña Gómez, para suministrarle puntualmente los medicamentos. En esa larga conversación, Peña Gómez se olvidó del almuerzo y lo pospuso indefinidamente. Tal era su entusiasmo que parecía tener una fuente de vida supletoria, sus ojos brillaban, sus ademanes, el movimiento ondulatorio del cuerpo parecía corresponderse con el ejercicio de toda una vida activa, telúrica, gigante.

Peña Gómez me dijo que buscara un cuaderno donde anotar porque me iba a revelar datos históricos trascendentales, hablaríamos del Partido Revolucionario Dominicano y su futuro, y quería que un día, cuando ya él no estuviera, que sería pronto, yo contara con las informaciones y revelaciones que me permitieran escribir la historia de aquellos años de lucha y sacrificio.
Guardo la bitácora de aquellos testimonios intactos y un día serán publicados, pero quiero destacar su preocupación por el futuro ideológico del Partido Revolucionario Dominicano.

Me dijo que si el PRD no fortalecía su visión política e ideológica con un liderazgo de sustentación colegiada después de su desaparición, caería inevitablemente en un letargo y se convertiría en una entelequia clientelista del sistema, plagada de vicios y de luchas mezquinas. Me habló de cinco compañeros en los cuales él pensaba que podía descansar la continuidad de la historia y los aportes del PRD durante la nueva etapa que abordaríamos, pero me advirtió que cada uno de ellos tenía debilidades y limitaciones, que solamente un apoyo consciente del partido en términos de alineamiento ideológico y práctica social podía catapultarlos como guías de cambios y transformaciones sociales y de carácter revolucionario.

Me dijo que la base del PRD era su fortaleza pero que la misma había estado siendo penetrada por el clientelismo mayor, que solamente su liderazgo absoluto había podido detener y atenuar sus efectos, que temía que una nueva experiencia gobernante generara fuerzas centrífugas que convertirían la organización en un modelo de reproducción oportunista y ajeno a las metas sociales que su liderazgo histórico representaba.

Me habló de cada uno de los dirigentes del PRD y su opinión sobre ellos, me dijo que guardara esos criterios y lo comparara en el futuro, para que yo viera si él tenía razón, si era verdad que él “veía más allá de la curva”. La última vez que releí aquellos testimonios de Peña Gómez no pude dormir de la impresión que me causó su visión profética del liderazgo perredeísta.

Posiblemente Peña Gómez hizo catarsis conmigo, necesitaba confesar sus aprensiones sobre el porvenir y me escogió para ese único instante en que quiso expresar las ideas que lo mortificaban y revoloteaban en su cabeza. Hablamos de la muerte, él y yo habíamos hablado de la muerte en varias ocasiones, y me confió sus creencias y reservas sobre el proceso de la vida y la muerte y de algunas experiencias místicas, de esas conversaciones escribiré también un día.

El PRD se encuentra en la actualidad en un proceso de “desmemorización” histórica producto de un encumbramiento de la lucha clientelista y de politiquería, a pesar de los esfuerzos de la compañera Ivelisse Prats de Pérez y el Instituto Peña Gómez para impulsar cursillos a militantes y dirigentes. Se participa en los cursos, se llenan los cupones, pero las ideas no se convierten en acicate, no presionan, no forjan una corriente. Es como si las ideas carecieran de impulso y se limitaran al área puramente formal de los conocimientos.

José Francisco Peña Gómez que no acumuló riquezas, que no tenía apegos materiales, que vivió para crear una sociedad más justa y fue un modelo de ciudadano ético, impulsó el respeto a los compañeros, la valoración de los roles, la estimación de los méritos, una conducta pública y privada de significación social que sirvió de modelo a los cuadros y militantes de base.

Sabía que su poder residía en las masas pero no se beneficiaba de su degradación o tendencia a copiar las improntas degenerativas del sistema que las adormece y las usa, sino que las elevaba, les daba un sentido y una misión, involucraba los sucesos históricos como un encadenamiento estratégico donde la vida pobre y explotada adquiría visión de “tierra prometida” y salvación social.

En la actualidad esos valores son deficientes, no se discuten propuestas ideológicas, no se elevan las diferencias al nivel de la lucha de criterios, a nadie se valora por la entereza y firmeza de los conceptos sino por el acomodamiento grupal, por el avasallamiento impropio de la tradición democrática, donde no se exige rigor, condiciones, méritos, sino una búsqueda cerril por objetivos de sobre vivencia.

Puede decirse que el mal es común a las tres organizaciones mayoritarias del país. Es entonces cuando releo los apuntes de mi conversación de 1997 con Peña Gómez, quien murió con su mente intacta, lúcida, sin asomos del mal de Alzheimer, esa enfermedad degenerativa que azota la memoria histórica, el rumbo errático de nosotros los perredeistas.
*Reproducido del LISTIN

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