A MODO DE OBSERVACION
Por Fernando Peña
Si ciertamente el carnaval es la fiesta en la que el pueblo es el protagonista, en la que se trastocan los papeles y todo está permitido, no menos cierto es que las autoridades, los organizadores deben vigilar, mantener el orden y la buena costumbre. Existen precedentes donde gobernantes y eclesiásticos lo han prohibido.
El carnaval de Santiago, a diferencia de otros que tienen lugar en ciudades importantes y que son, sobre todo, espectáculos fabulosos, se presenta como una cadena de mal gusto, evidenciándose en medio de la cuaresma, lo profano y lo sagrado.
Se ha presentando en el inicio del carnaval de Santiago la aparición de la ruptura del orden para dar paso al desorden, una mujer resultó herida de gravedad junto a su hija y otra persona, durante un pleito escenificado entre desconocidos que participaban en el carnaval, Thelma Teresa Rodríguez, fue impactada de un balazo a la cabeza y recibe atenciones, en la clínica Unión Médica, mientras que su hija, una infante de dos años presenta herida leve.
Las acciones y reacciones en el carnaval de Santiago deben ser reglamentadas y vigiladas a fin de que la sociedad no experimente molestia ni perjuicios.
Lejos esta de creerse o entender que el carnaval marca el punto de partida de un ciclo festivo cuyo inicio puede vincularse con el nacimiento de Cristo para culminar con la pasión, precisamente este periodo cuaresmal recrea el drama del nacimiento, muerte resurrección de Cristo.
Se necesita un Comité del Carnaval de Santiago que este fuera de lo político, de lo económico, que resalte los principales atractivos turísticos de nuestra ciudad y que atraiga a miles de turistas interno y externo en orden y disciplina.
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