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¿Cómo pueden decir ahora que no sirve como político, líder, presidente del PRD, candidato presidencial cuando hace apenas meses era una constante su servilismo y zalamería con la que insistían a propios y extraños, resaltando su eficacia y sus positivos actos?
La lealtad a conveniencia y la traición no son situaciones novedosas en los entretelones de la política, pero lo sucedido a Miguel Vargas evidencia que, en los laberintos del poder, el amigo, compadre, pariente o colaborador se puede transformar -en circunstancias extremas- en enemigo. A lo largo de la historia el juego de las perversidades trastoca la lealtad en traición y convierte a los renegados en héroes.
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