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domingo, 23 de diciembre de 2012

HIPOLITO Y LA DERROTA ELECTORAL DEL PRD

Por Fernando Pena En las pasadas elecciones, el PLD dio cátedra de cómo manejar sus diferencias, discrepancias, lo que posibilito, al margen de cualquier otro factor, su triunfo, y la derrota del PRD. El fracaso del PRD en las elecciones pasadas obedeció a la manifestación de desunión, al triunfalismo que se apodero de los seguidores de Hipólito Mejía, al extremo de creer que sin la fuerza y el payo interno del presidente de la organización, Miguel Vargas, era posible la victoria. Mas la posición equivocada de elegir a Leonel Fernández como centro de los ataques y denuestos, y vociferar por doquier que él y sus funcionarios irían preso y Miguel Vargas expulsado del partido. No se tratará ahora de criticar lo que pasó, o lo que dejó de pasar, sino sólo de plantear que la unidad interna es elemento fundamental para el triunfo electoral de cualquier candidatura, de cualquier partido. Y que no se puede obtener positivos resultados si el candidato intenta ganar fuerzas externa debilitando la interna y agrediendo a los círculos de dirigentes que él entiende no son de su parcela. La necesidad de unidad fue desoída por Hipólito y su elite dirigencial, pues al parecer erróneamente se dejaron llevar por el azuzamiento que le brindo desde el proceso convencional, Leonel y el PLD, sabedores ellos que era un candidato vulnerable, con pifia y más fácil de vencer. Este es un argumento correcto cuando se trata de explicar la derrota del PRD, a pesar de la desunión, el entusiasmo perredeista era evidente, pero hacía falta la unidad de Hipólito y Miguel, de ahí y solo de ahí dependía esencialmente el triunfo. A pesar del esfuerzo, del trabajo del candidato, se notaba una reticencia, un rechazo velado a la participación de los miguelistas en el trabajo electoral, se le negaba participación, se le relegaba a un plano inferior. El triunfalismo era evidente, a veces con burla y sarcasmo se crearon heridas innecesarias, obligando a la gran mayoría de miguelistas a manejarse con perfil bajo. En cada municipio del país se obviaron, se marginaron dirigentes destacados de las zonas, de las regiones, de los barrios, solo por el hecho de que son de Miiguel, no se priorizo la búsqueda de unión, lo que se perseguía era derrotar la corriente miguelista, aunque con ello se pusiera en riesgo el propio triunfo electoral del PRD, pero el resultado electoral demostró que era una táctica equivocada del candidato Hipólito Mejía y sus circulo diriencial. Después del proceso electoral se demostró, se evidencio cuánto valía para el triunfo, la unidad, cuanto valía cada uno de los maltratados en el inventario de los votos contantes y sonantes. La campaña contra Miguel Vargas, injusta y tonta por donde se la mire, ha producido esta escisión, esta división en el PRD. Saben los dirigentes de base y medio del PRD que esa es la realidad por la cual hoy estamos pagando la derrota electoral. Algunos dirigentes de las elites partidaria que ayer apoyaron a Miguel, que llegaron a las posiciones que ostentan por él, evidenciado en el complot anti-miguel, prefirieron cobijarse, después de la derrota, en la sombrilla de Hipólito, quizás aconsejados por el temor de evitar que se conociera su debilidad en la hora de las cuentas. Pero también, desde luego, por el cuestionamiento de la base, de dirigentes medios que no han dejado de manifestar su ojeriza frente a su actitud de deslealtad, frente al rol que ellos han representado en los últimos tiempos. Hipólito Mejía es víctima de sus pasos anteriores, creyó equivocadamente que podía hacer con Miguel Vargas, lo que hizo con Hatuey De Camp, expulsado de la organización a la que les dio su vida, su juventud, y marchitado un liderazgo inmenso cobijado bajo los brazos y principios de Pena Gómez. Claro, los partidos tienen el peso de una herencia que se debe atribuir a lo que hicieron desde sus orígenes, o a lo que dejaron de hacer. Ahora, evidenciado en la culpabilidad de la derrota, eligen un culpable, y que mejor que Miguel Vargas, al cual les achacan todos los males de su derrota, de su falta de visión, y quieren convertirlo en responsable exclusivo de que hoy el PRD no sea Gobierno. Pero la verdad es como el corcho y flota… el análisis desapasionado de la base del PRD está demostrando quien o quienes son los culpables. De que para la victoria era necesario Miguel y sus dirigentes, que solo era necesaria una actitud sincera de unidad, de acuerdos y seguridades de participación en el futuro gobierno. Pero nada de eso se quiso hacer. Sin negaciones ni egoísmos, había que forjar la unidad del PRD, única vía para llegar al Poder y ejecutar el bien común, el sentido histórico de la organización. Y eso solo se producía con el acuerdo de dos figuras, de los dos líderes de hoy del PRD, Hipólito y Miguel. Pero era evidente que se necesitaba verdaderas muestras de desprendimiento del candidato del PRD, de colocarse en el puesto conveniente en la consideración de los perredeistas y la sociedad. Esta experiencia vivida deja la lección, que ojala que la aprendan, que los lideres, los dirigentes políticos no pueden vivir entre nosotros como si el tiempo se hubiera detenido, aplicando, equivocadamente, las estrategias de antes. Nos deja además la experiencia, la verdad, de que la gente apoya al que le resuelve sus carencias materiales, porque ya vivimos en libertad, el ahora es resolver las necesidades sociales, materiales. Pero además, la gente apoya al que se toma la molestia de actualizarse, y que le disgusta que siempre estén como espantajos de un pasado remoto, tal vez la experiencia de la pasada elecciones, la experiencia de esta derrota, sea el acicate para la necesaria mutación, renovación del PRD. El autor es periodista Fernandop25_@hotmail.com

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