Por Fernando Peña
En democracia, la consolidación de una postura política, de elección
de organismo de poder institucional implica atravesar múltiples conflictos,
divergencias y desacuerdos entre los actores y permite pensarla como el
resultado complejo y cambiante de fuerzas políticas, equilibrios sociales,
historia y cultura.
El consenso no
constituye un requisito inicial para la elección de organismo, personas o
diseño de la política de cualquier órgano institucional de la Republica. Si el
consenso no es consecuencia de un proceso podría suponer riesgos, porque puede
llegar el momento en que sea necesario cambiarla o modificarla y la inercia de la
política tal vez lo impida. Gracias a Dios que, en la JCE, en la elección de
sus miembros principales hubo consenso entre PLD, PRM, PRD, PRSC y comparsa.
El presidente de la Republica, Danilo Medina, no intervino
de manera directa, aplicó una verdadera política de Estado, como todo un
estadista dejó que fluyera el –consenso-conflicto– permitió, impulsó el debate
colectivo, sabedor de que los conflictos son propios de una democracia.
Y es que sociedad verdaderamente democrática no sacrifica
sus diversos puntos de vista en la búsqueda de un consenso imaginario, sino que
“a través de sus conflictos irreconciliables, y sin perder su antagonismo, son
capaces de fundar un espacio simbólico que, al mismo tiempo, los integra”, como
plantea César Cansino en su libro “La muerte de la Ciencia Política”
(Sudamericana, 2008). En definitiva, es la solución a los conflictos o el
tratamiento eficaz de los mismos lo que da forma y fortalece ...
Es por ello que los gobiernos deben alentar una
institucionalidad que facilite la circulación de los conflictos y del debate
público que preceden la decisión política.
Hay momentos en los que la lucha y el disenso
dan paso a acuerdos y a instancias que ayudan a generar puntos de encuentro o,
por lo menos, a aceptar que alguien finalmente logra imponer su visión y eso
transitoriamente genera un orden.
El consenso entre los actores sociales y políticos permite sostener
criterios básicos de gobernabilidad e inclusión sin los cuales es imposible
pensar en un régimen político democrático.
Las elites de los partidos políticos tradicionales, si no
quieren llevar a la desaparición definitiva de sus partidos deben entender que
se necesita abrazar el consenso para ejecución de políticas públicas, de
reformas institucionales, que hay que cambiar el quehacer político interno y
externo, que cada día son menos las personas que creen en ellos, que va
creciendo el sentimiento popular de que los políticos tradicionales que militan
en sus filas no pueden o no quieren hacer lo necesario para mejorar el nivel de
vida de las mayorías, y eso es letal y peligroso…
Buena señal de
consenso y de respeto a lo institucional ha sido la elección del doctor Julio
César Castaños Guzmán como nuevo presidente de la Junta Central Electoral (JCE)
y como miembros del organismo electoral a Roberto Saladín, Carmen Imbert, Henry
Mejía y Altagracia Rosario Graciano. Más Los suplentes José Miguel Minier, José
Lino Martínez, Luis Rafael García, Rafael Evangelista y Juan Bautista Cuevas.
Con uno o dos, el PRM
y otros partidos mantuvieron discrepancia en su elección, pero en definitiva
hubo consenso en los fundamentales.
No juguemos a la
crisis… es necesario que forjemos
una democracia institucionalizada, capaz de atender las necesidades de la
sociedad, respetando las reglas de la interdependencia económica vigente en el
siglo XXI. Las democracias más sólidas tienen Partidos Políticos sólidos que
son los defensores de la Gobernabilidad Democrática, no permitamos que ninguna
crisis de representación e institucional acabe con los Partidos Políticos y sus
líderes.
El autor es periodista
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