REGIDORES Y AYUNTAMIENTOS DE SANTIAGO
Por Fernando Peña
La corrupción es un mal que ataca por diferentes costados. Es como una hiedra de siete cabezas que muerde al mismo tiempo por diferentes lados. Cada vez que surge un gobierno nos hablan mucho de lucha contra la corrupción.
Pero todo se queda en meras palabras. Se precisa de articular un movimiento que denuncie y combata este flagelo.
La racionalidad, la austeridad debería ser la norma que domine la política del gobierno, pero también de los Ayuntamientos.
No es posible dirigir un Ayuntamiento donde el estilo de gastos, de manejo de las finanzas tenga un marcado objetivo político de beneficiar a familiares, amigos y políticos, con el fin de continuar en el Poder.
La estructura orgánica de la municipalidad está compuesta por el Consejo de Regidores y la Alcaldía, el primero debe ejercer funciones normativas y fiscalizadoras. O sea, son obligaciones de los Regidores fiscalizar la gestión municipal.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra Regidor tiene el significado que “rige o gobierna, alcalde o concejal, persona responsable de la organización de los movimientos y efectos escénicos dispuesto por el realizador o por el director”.
Un Regidor es un miembro del Ayuntamiento electo por representación popular, es una especie de legislador municipal, representando los munícipes en el Ayuntamiento.
En el Ayuntamiento de Santiago se da una práctica nociva, que castra la verdadera función de la Sala Capitular, de los Regidores en particular.
El Síndico le está dando contratas millonarias y un “barrilito” a los regidores, lo que anula su función vital de ser fiscalizadores de la gestión municipal.
Esa práctica hay que acabarla en el Ayuntamiento de Santiago, tiene que llegar un nuevo modelo, hay que llevar al Ayuntamiento a su legalidad y descentralizar sus funciones, mediante la creación de los microcalbildos para solucionar de manera directa los problemas comunitarios.
Hay que llevar a la Sala Capitular al Ayuntamiento de Santiago a gentes capaces, honestas, que conozcan de sus atribuciones y obligaciones, donde el Síndico entienda que fiscalizar no es obstruir y que los Regidores a su vez comprendan que fiscalizar no es obstaculizar.
Deben entender los Regidores que tienen como obligación a titulo individual fiscalizar la gestión municipal y si no cumplen con ello, están incurriendo en el delito de abuso de autoridad en la modalidad de omisión, toda vez que se trata de una obligación.
Deben los Regidores fiscalizar las funciones de los funcionarios municipales, aunque esto no significa que lleguen a exceso, o que se pongan en pie de guerra contra el Sindico y su gestión, sino que se entienda que ambos órganos, el Consejo de Regidores y la Sindicatura tienen roles distintos, uno es normativo y fiscalizador, y el otro es ejecutivo y administrativo, respetando los espacios que la Constitución y la Ley Orgánica Municipales le confiere.
El gran reto de los partidos políticos es llevar hombres y mujeres a los Ayuntamientos que no vayan a buscar contratas, que tengan un alto sentido critico, que encausen sus energías y voluntades en bien de la población, de la institución, y que sea el Gobierno Municipal un verdadero soporte de la sociedad, de la democracia.
Un Gobierno Municipal que transfiera a la ciudadanía el sentido del respeto a la legalidad, a las normas, a la ética, a la moral, pero que sea ejemplo fehaciente de esos principios.
Un Síndico que no necesite del soborno, de las contratas, del “barrilito” para mantener una supuesta gobernabilidad municipal. Porque cuenta con el respaldo, la integración e incorporación a los trabajos del Ayuntamiento de las juntas de vecinos, a las asociaciones de la sociedad civil, y a las Organizaciones No Gubernamentales, como forma de poner al pueblo organizado a participar de la discusión del presupuesto del Cabildo.
Así se acaba con la practica, existente ahora, de manejar el presupuesto del Ayuntamiento como se maneja la nomina de empleado, como un secreto de Estado.
El autor es periodista
Frontera25_@hotmail.com
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