TRADUCTOR

viernes, 28 de mayo de 2010

!OH! !NO! LEONEL DICTADOR. SEGUN CADENA DE NOTICIAS CBS DE EEUU






LA CBS PUBLICA ARTICULO QUE DICE LEONEL FERNANDEZ ES UN "DICTADOR MODERNO"

La conservadora cadena de noticias CBS, de los Estados Unidos, publicó un análisis en el que se aborda el tema de los modernos dictadores o monarcas latinoamericanos, y observa cómo planean perpetuarse en el poder mediante el abuso en el uso de los fondos del Estado y, sobre todo, con la implementación de nuevas constituciones o modificando las existentes, señala los casos de los presidentes Leonel Fernández, Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez entre otros.

El análisis, titulado "El wiki-constitucionalismo", fue escrito por Daniel Lansberg-Rodríguez, director de los programas de Desarrollo Empresarial para el gobierno municipal del estado de Sucre en Caracas, y articulista del periódico La Nueva República.

Señala el artículo que los nuevos dictadores ya no imponen su voluntad como tradicionalmente lo hacían Trujillo, Somoza o Gómez, sino a través de socavados planes de alegados plebiscitos o referéndums para supuestamente permitir que sea el pueblo quien decida si ellos pueden postularse indefinidamente en el cargo.

Lansberg-Rodríguez es graduado de la escuela Kennedy de Harvard y de la Universidad de Carleton. A continuación reproducimos una traducción libre del trabajo hecha por Margarita Canahuate. El texto en inglés puede leerse en el siguiente link:
http://www.cbsnews.com/stories/2010/05/25/opinion/main6518866.shtml?tag=cbsnewsLeadStoriesAreaMain;cbsnewsLeadStoriesHeadlines


"EL WIKI-CONSTITUCIONALISMO"

"El año pasado, Hugo Chávez modificó la Constitución de Venezuela y abolió el límite del número de repostulaciones presidenciales. El proceso entero fue un poco extraño, pero no porque la Constitución era modificada, lo cual es bastante común en América Latina. Tampoco fue porque los cambios implicaban extender los periodos presidenciales (lo cual es igual de común). ¡No! Lo que era inusual en la modificación de la Constitución del 2009 era que se hizo sólo para suprimir la reelección limitada.

Para América Latina la Constitución es únicamente un plástico. Como se ve, aquí los presidentes son excepcionalmente poderosos (Yo viví en Caracas) y por ejemplo, no es extraño encender la televisión y ver la figura de “El Comandante” en casi todos los canales de televisión hablando y explicando temas de las divisas, medidas para controlar disturbios, de crisis energética, y de fenómenos meteorológicos internacionales, como si él fuera omnipotente en el gobierno y en todos los ministerios. Además, los líderes latinoamericanos tienen la mala costumbre de modificar la Constitución más que otros países del mundo.

Este fenómeno yo lo he bautizado como el "Wiki-constitucionalismo." En América Latina, las constituciones se cambian con gran frecuencia y con una facilidad inusual (aunque no a través de cualquiera de código abierto proceso de colaboración), como si fueran páginas de Wikipedia. Las pruebas son abrumadoras:
La República Dominicana ha tenido 32 constituciones desde su independencia por separado en 1821. Venezuela le sigue de cerca con 26, Haití ha tenido 24, Ecuador 20 y Bolivia aprobó recientemente su décimo séptima. De hecho, más de la mitad de las 21 naciones de América Latina han tenido al menos diez constituciones, mientras que en el resto del mundo, sólo Tailandia (17), Francia (16), Grecia (13) y Polonia (10) han llegado a dos dígitos. Y el proceso se produce en los gobiernos de todo color político, no sólo los socialistas como los de Chávez y Evo Morales en Bolivia.

Conservadores duros como Álvaro Uribe de Colombia, conservadores moderados como el de la República Dominicana, el presidente Leonel Fernández, se han incorporado también a esta fiesta de nuevos “monarcas latinos”, tratando de abolir o modificar los mandatos limitados en la Constitución. (Es importante diferenciar entre modificar y reformar. Las enmiendas constitucionales son comunes a nivel mundial, pero en America Latina es una manía verdaderamente excéntrica). Venezuela por ejemplo, ha aprobado 26 nuevas constituciones, y modificó una tres veces.

Muchas de estas reformas van más allá de términos presidenciales limitados. La Constitución de Hugo Chávez del 1999 disolvió la Cámara Alta de la legislatura, reorganizó los cinco poderes del Estado; el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo, el Poder Judicial, el Poder Ciudadano y el Poder Electoral. Además rediseñó y rebautizó la mayoría de los ministerios de su gobierno. El resultado fue el mismo de lo que surge de reestructuraciones de este tipo; un ejecutivo significativamente poderoso en control directo de los ingresos petroleros, de los nombramientos judiciales, y una vez más, en control del “sello gomígrafo” de la Asamblea Nacional.

La institución de la Presidencia emergió de este proceso de reestructuración , intacta, refrendada y mucho más fuerte, mientras que otras instituciones tuvieron que comenzar desde cero, debilitando así la legitimación institucional, la memoria, las relaciones y mandatos necesarios para un gobierno independiente. Este tipo de rediseño dictatorial es una tradición usual entre los caudillos de la región, el icono del hombre poderosamente opresor, que data desde la época del libertador de América del Sur, Simon Bolívar.

De cualquier modo, a pesar de aquellas intenciones autoritarias , los caudillos modernos de hoy abordan el proceso de revisión a la Constitución con cierta delicadeza. Las modificaciones que ellos procuran y finalmente aprueban, raramente contendrán elementos que los afecten, por lo que reemplazar a estos caudillos en ausencia de un levantamiento social masivo puede resultar un tanto complicado. Hubo un tiempo en que los Trujillo, los Gómez y los Somoza del mundo creaban sus propias constituciones atento al poder de su figura presidencial, pero los tiempos han cambiado y estos dictadores o lideres como se hacen llamar, generalmente atentan con legitimarse por medio de los llamados plebiscitos.

Estos líderes se valen del abuso en el uso de los fondos del Estado, lanzan campañas mediáticas masivas con el propósito de encumbrar la idea de que sus constituciones son las mejores del mundo. (Rafael Correa de Ecuador), o que ellos solucionaran los problemas del país (Evo Morales de Bolivia). Estos líderes latinoamericanos han descubierto que preparando paquetes con vastas promesas y derechos al mismo tiempo que las importantes funciones de la cúpula política, pueden hacer una nueva Constitución lo suficientemente atractiva como para las masas les crean y voten a favor de ellos en un referéndum.

El resultado es constituciones sumamente densas comparadas al resto de los países del mundo y como siempre de muy corta duración. Por ejemplo, Bolivia y Ecuador aprobaron recientemente sus nuevas constituciones con 411 y 444 artículos respectivamente, y es como leer las reglas de una lavandería, ya que citan en estas constituciones hasta la garantía de los derechos de la población a tener acceso al correo y servicios telefónicos, garantizan el derecho a la cultura, la identidad, la dignidad, y acortan las semanas laborales. Que comparándolas a la Constitución de los Estados Unidos, una de las mas viejas del mundo, tiene solo 7 artículos y 27 enmiendas.

La pregunta del millón es, por qué los nuevos caudillos se molestan (pierden su tiempo) en modificar sus constituciones. Los líderes autoritarios de África, Europa y Asia las han suspendido sus constituciones mediante la declaración de un “Estado de Sitio”, o simplemente las ignoran por completo. Por ejemplo, desde el 1967 los líderes de Egipto han estado gobernando bajo la "Ley de Emergencia", que les concede poderes dictatoriales, extendiendo los estatutos por tres años más.

Los esfuerzos por cambiar la Constitución representan grandes gastos monetarios y políticos. Y peor aun, es el riesgo: sólo en verano pasado, Manuel Zelaya de Honduras fue derrocado por decisión conjunta de la Corte Suprema, el Ejercito y el Congreso, luego que tratara de presentar una nueva Constitución a través de un plebiscito. A principios de la década, el hombre fuerte de Perú, Alberto Fujimori modificó la Constitución con éxito, sin embargo, casi inmediatamente experimentó una precipitada caída que en la actualidad está sirviendo 25 años en la cárcel. Hasta el mismo Hugo Chávez fracasó en su propuesta a la Constitución del 2007. Uno pensaría que estos líderes tendrían el conocimiento de que Fidel Castro, que escribió una sola constitución, ha logrado mantenerse indefinidamente.

Una explicación obvia surge de esto, y es que para los países que viven en el patio trasero de los Estados Unidos, como se le suele decir, el barniz de legitimidad constitucional le puede representar mejores logros. Quizás, entonces, los riesgos y gastos del Wiki-constitucionalismo valen la pena para poder consolidar el poder sin poner en riesgo las ayudas internacionales, el acceso al Mercado y la paz regional.

Y sin embargo, la respuesta se mantiene incompleta. Desde la primera mitad del Siglo XIX las constituciones en América Latina han estado siendo tiradas hacia arriba y volteadas como si fueran simples panqueques, antecediendo el surgimiento de America del Norte a una dominación hemisférica.

Es más, un montón de países, entre ellos el Reino Unido, Israel y Arabia Saudí no tienen ningún problema manteniendo una relación bastante cercana con los Estados Unidos, a pesar de no tener constituciones formales.

De hecho, incluso los estudiosos que conocen mejor el tema tienen dificultad en proporcionar una respuesta definitiva. En última instancia, el Wiki-constitucionalismo es probablemente el resultado de una confluencia de factores, desde la geografía hasta el legado de la tradicional inestabilidad constitucional de América Latina, e incluso de aspectos culturales de la Región. Have medio siglo atrás, cuando los exploradores españoles salpicaron las costas del Nuevo Mundo con sus doctrinas, ellos siempre fueron muy particulares en la planificación del diseño de las ciudades en el momento mismo de su fundación. Los mapas eran diseñados muy meticulosamente, delineando las limítrofes de las catedrales, o de la mansión del Gobernador, de la plaza central, los cuarteles, y todos los pilares de futuras ciudades bulliciosas.

Cualquiera que sea la causa, el Wiki-constitucionalismo ha demostrado ser una práctica quijotesca y sin frutos. Evo Morales y sus seguidores un día tendrán que dar cuenta de por qué la recién aprobada Constitución no resolverá todos los problemas de Bolivia como prometió. Y cuando el perfecto país delineado por su Constitución invariablemente no se materializa, el impulso estará ahí y se culpará al diseño. Se harán llamados para cambiar el sistema y el precedente establecido por la Constitución generará la adopción de una nueva estrategia que sea factible. De cualquier manera, esto sólo extenderá la dinámica que ha socavado la estabilidad de la región por generaciones. Si las instituciones de América Latina alguna vez se consolidan y se fortalecen lo suficiente, para que ellas puedan evitar que los poderosos presidentes populistas hagan lo que se les pegue la gana, entonces el ‘Wiki-constitucionalismo llegará a su fin".

May 26, 2010
WIKI-CONSTITUTIONALISM
Daniel Lansberg-Rodriguez: The Strange Phenomenon That is Destroying Latin America
Venezuela's President Hugo Chavez speaks during the closing ceremony of the World People's Congress, April 27, 2010 (AP) (AP Photo/Juan Karita)

(The New Republic) Daniel Lansberg-Rodriguez directs entrepreneurial development programs for the Sucre municipal government in Caracas, Venezuela. He is a graduate of Carleton College and the Harvard Kennedy School


Last year, Hugo Chavez amended Venezuela's constitution and abolished term limits. The entire business was a bit odd, but not because the constitution was changed, which is quite common in Latin America. Nor was it because the changes involved extended his rule (which is equally common). No, what was unusual about the constitutional reform of 2009 was that abolishing term-limits was all it did.

You see, constitutions are uniquely plastic in Latin America. Not only are presidents exceptionally powerful here-I live in Caracas, and it is not at all uncommon to turn on the television to find El Comandante on every TV channel, explaining currency valuations or riot control measures or energy crises or international weather phenomena as if he himself was the entirety of the government and all of its ministries-but, in addition, Latin American leaders have a nasty habit of rewriting their countries' constitutions more than anywhere else in the world.

This is a phenomenon I call "Wiki-constitutionalism." In Latin America, constitutions are changed with great frequency and unusual ease (though not through any open-source collaborative process), as if they were Wikipedia pages. The evidence is staggering: The Dominican Republic has had 32 separate constitutions since its independence in 1821. Venezuela follows close behind with 26, Haiti has had 24, Ecuador 20, and Bolivia recently passed its seventeenth. In fact, over half of the 21 Latin American nations have had at least ten constitutions while, in the rest of the world, only Thailand (17), France (16), Greece (13), and Poland (10) have reached double digits. And the process occurs under governments of every political stripe-not just socialist ones like those of Chavez and Bolivia's Evo Morales.

Gruff conservatives like Colombia's Alvaro Uribe and friendly, doting moderates like the Dominican Republic's Leonel Fernandez have joined the party too, attempting to tear up and revise their constitutionally-mandated term limits. (It's important to distinguish between amending and rewriting. Constitutional amendments are common all over the world, but Latin America's rewrite-mania is truly eccentric: Venezuela, for instance, has adopted 26 new constitutions, but amended an existing one only thrice.)

Many of these rewrites go beyond term limits, however. Chavez’s constitution of 1999 disbanded the upper house of the legislature, rearranged the lower house, separated authority among five "powers" (including citizens and electoral councils, as well as the usual legislature, executive, and judiciary), and redesigned and renamed nearly all government ministries. The result was the same thing that nearly always emerges from such restructurings: a significantly strengthened executive in direct control of oil revenues, judicial appointments, and an increasingly rubber-stamp National Assembly. It was the institution of the presidency that emerged intact, recognizable, and all the stronger from the restructuring process-meanwhile the other institutions had to start at square one, lacking the institutional legitimacy, memory, relationships, and mandate necessary to govern independently. This type of dictatorial redesign is a grand tradition among the region's caudillos, the iconic strongmen, dating all the way back to the liberator of South America, Simon Bolivar.



And yet, despite their authoritarian intentions, modern-day caudillos approach the process of constitutional revision with a certain delicacy. Constitutions rarely include provisions for their own destruction, so replacing them in the absence of a massive social upheaval can be tricky. There was a time when the Trujillos, Gómezes, and Somozas of this world could create constitutions through sheer force of personality, but, nowadays, leaders generally attempt to legitimize them through plebiscites.

Using state funds, they launch massive media campaigns extolling how their new documents are “the best in the world” (Ecuador’s Rafael Correa) or that they will solve “all the [country's] problems” (Bolivia’s Evo Morales).
Oddly, one effect of these campaigns has been the inflation of constitutional word counts. Latin American leaders have discovered that, by packaging ever-longer lists of promises and rights alongside greater executive functions, they can make a new constitution appealing enough to the masses that they will vote for it in a referendum. The result is constitutions that are not only the shortest-lived, but also among the longest in the world. Bolivia's and Ecuador’s recently approved constitutions have 411 and 444 articles, respectively, and read like laundry lists of guaranteed rights, such as access to mail and telephones; guarantees for culture, identity, and dignity; and shorter work-weeks. By contrast, the U.S. Constitution, the longest-serving in the world, has only seven articles and 27 amendments.

The biggest question, though, is why the caudillos bother at all. Authoritarian leaders in Africa, Europe, and Asia have long been content to suspend their constitutions by declaring states of emergency, or just ignore them outright. Egypt's leaders, for example, have been governing under the "Emergency Law," which grants them dictatorial powers, extending the statute by three-year increments since 1967.

By contrast, efforts to actually change a constitution expend large chunks of both political and financial capital. Worse yet, it’s risky: Only last summer, Manuel Zelaya of Honduras was overthrown by an alliance between his supreme court, army, and congress, while trying to pass a rewritten constitution through a plebiscite. Earlier in the decade, Peruvian strongman Alberto Fujimori changed his constitution successfully, but soon experienced a downfall so precipitous that he is now serving a 25-year prison term. Even Chavez himself failed to pass a proposed 2007 constitution and was left with a considerable amount of egg on his face. You'd think these leaders would learn from Fidel Castro, who wrote only one constitution and managed to stay around forever.

One obvious explanation could be that, for countries in the American hegemon's proverbial backyard, the veneer of constitutional legitimacy may carry greater value than elsewhere. Perhaps, then, the risks and expenditures of Wiki-constitutionalism are worth it in order to consolidate power without risking foreign aid, market access, and regional peace. And yet, this answer is at best incomplete. Latin American constitutions were already flipping like pancakes during the first half of the nineteenth century, which predates the rise of North America to hemispheric dominance.

What's more, plenty of countries including the United Kingdom, Israel, and Saudi Arabia have no problem maintaining close ties with the United States, despite having no formal constitutions at all.

Indeed, even scholars who know the issue best have a difficult time providing a definitive answer. Ultimately, Wiki-constitutionalism is likely the result of a confluence of factors, from geography to constitutional traditions to Latin America's legacy of instability and even the region's culture. Half a millennium ago, when Spanish explorers first began dotting the coasts of a New World with their settlements, they were always particular in planning the layout of towns at the very moment of their founding. Maps would be drawn up meticulously, delineating the boundaries of a cathedral, a governor’s mansion, a central plaza, barracks, and all the future cornerstones of a bustling city. Yet the town itself might well be sparsely populated forever, and these edifices would, as likely as not, never be built.

Whatever the cause, Wiki-constitutionalism has proven to be a quixotic and fruitless practice. Evo Morales and his supporters will someday find that the recently passed Bolivian constitution will not, in fact, solve “all the problems of Bolivia,” because no constitution ever could. And when the perfect country outlined by their constitution invariably fails to materialize, the impulse will be there to blame the design. There will be calls to change the system, and the precedent set by this constitution (and all the others) will make adopting yet another one feasible. Yet doing so will only extend a dynamic that has undermined stability in the region for generations. If Latin American institutions are ever to become strong enough that they can keep powerful, popular presidents from doing whatever they want, Wiki-constitutionalism must end.

(The opinions expressed in this commentary are solely those of the author.)

No hay comentarios: